A veces, cuando eres joven, crees que
nada puede dañarte, es como si fueras invencible. Toda tu vida está
frente a ti y tienes grandes planes. Grandes planes para encontrar a tu
pareja perfecta, la única que te completa. Pero según vas creciendo, te
das cuenta de que no siempre es fácil. Y no es hasta el final de tu
vida, cuando te das cuenta de que los planes que hiciste eran solamente
planes. Y cuando miras al pasado en lugar de al futuro, quieres creer
que has hecho todo lo posible con lo que la vida te ha dado, quieres
creer que estás dejando algo bueno atrás, quieres que todo sea
importante.
Mírate en el espejo. ¿A quién ves? ¿Es la persona que quieres ser? ¿O hay alguien quien deberías ser, la persona que deberías haber sido, pero te quedaste a medio camino? ¿Alguien te dice que no puedes o que no podrás? Porque puedes. Cree que el amor está ahí fuera. Cree en que los sueños se hacen realidad cada día. Porque así es.
A veces la felicidad no la da el
dinero, la fama o el poder. A veces la felicidad la dan los buenos
amigos y la familia; y por la tranquila nobleza de llevar una buena
vida. Así que mira ese espejo y recuerda ser feliz, porque mereces
serlo. Créelo. Y cree en que lo sueños se hacen realidad cada día.
Porque así es.
¿Alguna vez te has preguntado cómo
sería todo si tú no estuvieras nunca más? Si de repente te hubieras ido,
¿cómo reaccionaría tu mundo? Cualquier cosa que te imagines no será
cierta. No hay nada romántico sobre la muerte. La pena es como el
océano: profunda y oscura, y más grande que todos nosotros. Y el dolor
es como un ladrón en la noche. Silencioso. Persistente. Injusto. Pierde
valor frente al tiempo, la fe y el amor.
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