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martes, 12 de febrero de 2013

Libro: y le llamaron Colon

Tienen miedo de volver la cabeza y mirarla de nuevo por si acaba convertido en una estatua de sal. No le importaría el precio para poder verla un instante, es barato. La mira y descubre sus lágrimas ahogadas, contenidas y eso es superior a todo lo demás. Da un paso, se detiene ante el sube la mano hasta acariciarle la mejilla y cuando ella cierra los ojos, temblando le da un beso en los labios. Se entreabren como la puerta del paraiso. El pasa al otro lado de la ventana e inicia el descenso sabiendo que allá arriba ha dejado algo más que el corazón.

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